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Pausa

Hoy en día parece que hemos perdido la vieja costumbre de la contemplación. De ahí que nos cuesta tanto trabajo hacer pausas. Vivimos en un mundo en el cual es mal visto no ser productivos, sin embargo cuidar nuestro bienestar requiere de espacios para detenernos a observar y soportar el vacío.

Cuando la mente se aquieta el mundo se reorganiza. En esos instantes deja de estar fragmentado el universo y sentimos una verdadera conexión con el todo. La contemplación es un acuerdo, un entendimiento profundo en el que el instante, la persona y el mundo se encuentran y se funden íntimamente.

Contemplar también requiere la valentía para enfrentarnos cara a cara con nuestras verdades más profundas, esas que desatan temores y deseos que hemos estado callando con el ruido de la actividad, la sobre-estimulación, el cambio constante, el diálogo interior, las conversaciones vacías, y todo un murmullo de voces, cuya única misión es alejarnos de escucharnos y observarnos en profundidad.

La contemplación implica detener el ego un momento. Contemplar nos abre una oportunidad para vaciarnos y cuando la mente y el corazón están totalmente vacíos se puede comprender, se puede vivir. Estar totalmente vacío es la máxima forma de inteligencia, es la máxima forma de amor.

El hombre sólo escapa a las leyes de este mundo por espacio de una centella. Instantes de detenimiento, de contemplación, de intuición pura, de vacío mental, de aceptación del vacío moral. En instantes así es capaz de lo sobrenatural.

”Amar la verdad significa soportar el vacío”.
Simone Weil

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